Conservación de flora y fauna
Las áreas verdes proveen un hábitat a diversas especies de fauna que se han habituado a las condiciones de vida urbana, a tal grado que en ocasiones sus poblaciones alcanzan densidades mayores a las de los hábitats rurales, como por ejemplo las palomas o las ardillas. El bosque urbano puede crear o restaurar la diversidad biológica que conecte a la ciudad con el área circundante, ya que las ciudades se construyen y se expanden sobre ecosistemas ya existentes (Sorensen, 1996).
La flora y fauna nativa con frecuencia es afectada en el proceso de urbanización y reemplazada o cuando logra sobrevivir, tiene que adaptarse al nuevo ambiente urbano. Este proceso puede poner en serio peligro la diversidad genética de la región y amenazar con la extinción de poblaciones que son esenciales para el ecosistema natural y para la población humana. La creación de áreas verdes puede ayudar a cambiar esta tendencia y su adecuada distribución e interconexión puede hacerlas que funcionen como en corredores biológicos, para que una variedad de plantas y animales que habitan en la región colindante mantengan el espacio necesario para comunicarse, dispersar su material genético y de este modo, ofrecer una oportunidad a la biodiversidad en una pequeña pero significativa escala. El mantenimiento de la diversidad es una forma de protección contra condiciones adversas, asegurando de esta manera su supervivencia tanto para las especies domesticadas como para las silvestres (Santacruz, 2005).
Bibliografía